6 de julio de 2018

Cómo escribir un post que deje sin palabras

Cómo escribir un post que deje sin palabras

La decisión está tomada y ya no hay vuelta atrás. Tienes la firme determinación de crear un blog corporativo en el que compartir todos tus conocimientos sobre ese sector tan complejo en el que estás altamente especializado y nadie, absolutamente nadie, conoce mejor que tú.

Estás delante de la pantalla dispuesto a escribir tu primer post. Tienes claro lo que quieres contar, has definido cuál es tu público y tu experiencia te indica con claridad los temas de interés que debes abordar, así que todos los elementos están de tu parte, nada podrá impedir que redactes una pequeña obra maestra de la literatura digital. Pero cuando llega el gran momento, compruebas que la inspiración se ha desvanecido. No sabes cuánto rato ha pasado desde que te sentaste frente al ordenador y ni siquiera te has estrenado. No te preocupes, en este post te ofrecemos un mini-manual de redacción para que venzas definitivamente el miedo a la página en blanco, cómo escribir un post que deje sin palabras…

 

1. El orden de los factores sí altera el producto

El hipérbaton, es decir, alterar el orden lógico de los elementos de la oración, es un recurso fantástico que sirve para enfatizar fragmentos concretos y llamar la atención del lector, pero si no eres Shakespeare ni Cervantes, no te la juegues con frases complejas, incisos interminables y estructuras latinizantes que dejan el verbo al final.

Para empezar a escribir no hay mejor truco que la sencillez. Contribuye a que la organización de los elementos sea adecuada, genera textos equilibrados y por encima todo, facilita la comprensión. La única finalidad de escribir un texto es que se entienda.

Aquellas lecciones de gramática que parecían un plomo insoportable en la infancia de repente cobran todo el sentido. Sujeto+verbo+complementos=éxito narrativo.

 

2. Contención en los adjetivos

Has empezado a escribir para el gran público y de repente descubres un universo de posibilidades que te permite dar rienda suelta al pequeño poeta que hay en ti. La originalidad y la creatividad son, sin lugar a dudas, fantásticas herramientas para diferenciarte de la competencia, pero úsalas con mesura. Introducir un montón de adjetivos en tus textos no es sinónimo de riqueza textual. Un adjetivo es un complemento que aporta significado al sustantivo que acompaña, que ayuda a definirlo y lo diferencia de los demás. No es un elemento ornamental, no es decorativo, tiene una función. Los mejores escritores son tan precisos como un cirujano.

 

3. Conectores que desconectan

La puntuación bien utilizada es el mejor conector que existe. Muchas veces, al empezar a escribir, tenemos miedo a que parezca que los párrafos se desconectan y creemos que el lector no será capaz de establecer el vínculo entre una idea y otra con la suficiente agilidad. Para combatirlo llenamos el texto de conectores, uno al inicio de cada párrafo: por otro lado, es decir, o sea, en este sentido, sin embargo, no obstante, en definitiva, asimismo, en segundo lugar… ¡Qué suerte, hay un montón!

Máxima cautela en la utilización de este recurso. Con frecuencia su uso es completamente innecesario y lo peor de todo, en multitud de ocasiones consigue el efecto contrario. Entorpece la lectura, conduce al lector por una carretera llena de baches, aniquila por completo la fluidez del texto y obliga a dar marcha atrás porque de repente nos encontramos en el segundo punto sin tener ni idea de cuál era el primero.

 

4. ¿Tópicos? No, gracias

Los vemos en la tele, los oímos en la radio, los leemos en la prensa y ahora también en las redes sociales. Son más machacones que la canción del verano, se ponen de moda como los colores flúor, la cerveza con limón incorporado o el calzado peep toe y, aunque al principio no nos gustan demasiado, acabamos sucumbiendo a su poder hasta que terminamos creyendo que es la única forma que existe de expresar una idea. ¡Basta! Declaremos la guerra a los “puntos álgidos”, “momentos históricos”, “acontecimientos sin parangón”, “puntos de no retorno”, “jornadas maratonianas”, “marcos incomparables”, “gestas irrepetibles” y, por favor, no volvamos nunca más a “barajar la posibilidad” de nada.

 

5. El título de un texto es como la recepción de un hotel

Confeccionar títulos precisos, informativos, llenos de contenido, llamativos, atractivos, sugerentes, que inviten a la lectura y que además cumplan con los requisitos del supertacañón SEO es un auténtico arte y no, no hay ningún truco infalible. Titular es el reto más complejo al que se enfrenta cualquier persona que elabore contenidos en la red. Cuantas más veces tengas que superar la dificultad de resumir en una sola frase las ideas principales de tu post, llamar la atención de un público que seguramente está ocupado en otras cosas y que además te posicione adecuadamente en los motores de búsqueda mejor te saldrá.

El título es la recepción de un hotel, si la entrada da pena, nadie querrá comprobar cómo será el resto.

Intenta ser original, huye de las expresiones manidas y nunca pierdas de vista el objetivo: conseguir el clic que hará que todo el sufrimiento anterior forme parte del pasado.

 

Y una recomendación desesperada. Nunca, nunca, nunca jamás escribas algo que no tengas suficientemente claro. Si tú no lo entiendes, no esperes que lo entiendan los demás.

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